martes, 26 de agosto de 2008

Poesía erótica del Siglo de Oro


Poesía erótica del Siglo de Oro, Pierre Alzieu, Editorial Crítica, Barcelona, España, 1ª. Edición 2000, Col. Biblioteca de Bolsillo

Muy leídos y editados han sido los textos de Francisco de Quevedo donde trata del fenómeno carnal con desenfado y carcajada abierta, o el celebradísimo Jardín de Venus de Félix María Samaniego, mismo que le trajera en vida la persecución y permanente huída de la inquisición española, de las más severas en la historia de la represión universal. Sin embargo no ha sido la única producción erótica del Siglo de Oro español, vertiente expresiva que desde el siglo XVI contagiara los corazones libertarios encabezados por los Sonetos del Aretino. España no es indiferente a esta actividad. Si bien existen publicaciones que desde el siglo XIX intentan conjuntar en reducidas y casi clandestinas ediciones la producción literaria de los mejores escritores de los siglos XVII y XVIII, no es sino hasta muy recientes fechas que hemos visto, gracias a la labor erudita e incansable de múltiples investigadores, el retorno de obras prácticamente desconocidas. Tal es el caso de la magnífica antología que reedita la editorial Crítica en su colección Biblioteca de Bolsillo, Poesía erótica del siglo de oro. Obras que se han encargado de ordenar y comentar con mucho acierto Pierre Alzieu, Robert Jammes e Yvan Lissorgues. Tres fueron los criterios empleados como lo dicen los autores en la introducción: 1) Que fueran poemas escritos en el Siglo de Oro, 2) Que pertenecieran a autores anónimos, 3) Que el erotismo fuera evidente. Por fortuna así sucede. A pensar, o incluso gracias a la censura, es que estas obras se producen, aunque no todas corrieron con la fortuna de ver nuestros días. La calidad de los poemas les permite escaparse de la vulgaridad, de las palabras malsonantes y es la gracia, la sonrisa quien les da sustento. Los autores ponderan su aportación lingüística, misma que es evidente, sin embargo la mayor aportación está en la renovada y casi inalterable manera, podría decir, de mirar el amor físico.

El vulgo comúnmente se aficiona
a la que sabe que es doncella y moza,
porque ansí le parece al que la goza
que le coge la flor de su persona.

Yo, para mí, más quiero una matrona
que con mil artificios se remoza,
y, por gozar de aquel que la retoza,
una hora de la noche no perdona.

La doncella no hace de su parte,
cuando la gozan, cosa que aproveche,
ni se menea, ni da dulces besos.

Mas la otra lo hace de tal arte,
y amores os dirá, que en miel y leche
convierte las médulas de los huesos.

Anónimo Pág. 14

- El que tiene mujer moza y hermosa
¿qué busca en casa y con mujer ajena?
¿La suya es menos blanca y más morena
o floja, fría, flaca? – No hay tal cosa.

- ¿Es desgraciada? – No, sino amorosa.
- ¿Es mala? – No, por cierto, sino buena
Es una Venus, es una Sirena,
un blanco lirio, una purpúrea rosa.

- Pues ¿qué busca? ¿A dó va? ¿De dónde viene?
¿Mejor que la que tiene piensa hallarla?
Ha de ser su buscar en infinito.

- No busca éste mujer, que ya la tiene.
Busca el trabajo dulce de buscarla,
que es lo que enciende al hombre el apetito.

Anónimo Pág. 27 - 28

martes, 5 de agosto de 2008

Diccionario Secreto I, Camilo José Cela


Diccionario Secreto I, Camilo José Cela, Ediciones Alfaguara, Barcelona, España, 1a. Edición, 1968.

Obra inconclusa, escrita por el novelista y literato español Camilo José Cela en la que se analizan rigurosamente desde un punto de vista lingūístico y literario, los orígenes, el uso y los significados de palabras consideradas por algunos como "malsonantes". Aunque el autor intentó hacer un extenso diccionario de todas las palabras así consideradas, sólo pudo hacer tres volúmenes del diccionario: "Serie Pis- y afines" sobre los nombres del pene, "Serie Coleo- y afines" sobre los testículos y "Voces relacionadas" donde trata de incluir otras palabras. Posteriormente, preparó un llamado "Diccionario del erotismo" donde resumió parte de lo contenido en los volúmenes publicados de la primera obra, junto con otras notas de carácter sexual. Es el intento más logrado en lengua española. Obra imprescindible para consultar términos en desuso o con significaciones poco conocidas, que están incluidas en obras desde el siglo XVI hasta nuestros días.


COJÓN Del lat. cõlĕus, a través del lat. vulg. cõlĕo, -õnis.

1. Glándula genital del macho que, en el individuo bien constituido, se presenta formando par.

En el folk, aparece con frecuencia; he aquí algunas letrillas casts. del s. XIX, quizá de finales del XVIII.

Los cojones del cura
de Almendralejo,
le pesan veinte arrobas
sin el pellejo.

Los cojones del cura
de Argamasilla,
que al andar le sonaban
a calderilla.

o bien:

que los usa el monago
de campanilla.

Los cojones del cura
de San Segundo
que no los hay iguales
en todo el mundo.

Los cojones del cura
de Tarancón,
que abulta cada uno
como un melón.

Los cojones del cura
de Valdemoro
que los cuida su dueño
como un tesoro.

Los cojones del cura
de Villalpando,
los llevan cuatro bueyes
y van sudando.

Al cura de Villarejo
de Salvanés,
le llegan los cojones
hasta los pies.

El cura de Morata de Tajuña
se rasca los cojones con la uña,
pero en cambio el de Arganda
se pisa los cojones cuando anda.
¡Rediós, y que locuras
hacen con los cojones estos curas!