viernes, 26 de septiembre de 2008

Esos libros que se leen sólo con una mano, Jean-Marie Goulemont


Esos libros que se leen sólo con una mano, Jean-Marie Goulemont, R&B Editores, España, 1996, Col. Sexto Sentido.

Poquísimos son los títulos que se dedican al estudio del libro erótico como fenómeno más o menos evidente y reflejante de la sociedad en que este se produce. Tal es el caso de esta obra del estudioso francés miembro de la Universidad de Tours. Si bien la literatura europea produce obras eróticas desde la época griega y romana, es el siglo XVIII, sobre todo en Francia donde esta producción se verá prominente y enriquecida por la pluma de los mejores escritores del momento: Voltaire, Diderot, Sade, Restif de la Bretonne, Mirabeau, Nerciat, Marqués D´Argens; quienes darían la forma de lo mejor de la literatura erótica. Con minuciosa pluma Jean-Marie Goulemot recorre todo este siglo y desenmascara los caminos ocultos que a menudo estos libros debieron seguir, pues como bien recuerda este autor, estas obras eran denominados libros de segunda fila, pues estaban colocados atrás de los libros dignos de estar a primera mano. Hay que recalcar que en este siglo y aún después estos libros eran tan prohibidos como los textos anticlericales, científicos y políticos. El título lo retoma de una frase de Rousseau “esos libros que se leen sólo con una mano”, con gran ejercicio de lenguaje. Podremos encontrar en este volumen información y citas de las mejores obras eróticas del siglo XVIII incluida la catalogación que con gran humor hace Goulemot de los títulos, los cuales divide en las siguientes categorías:

Títulos canónicos:
Diablo engañado por las mujeres, F. N. Henry
Mi conversión (El libertino de calidad o confidencias de un prisionero en el castillo de Vincennes escritas por él mismo), Mirabeau, 1783
Monumentos privados de la vida privada de los doce Césares según una serie de piedras grabadas bajo su reino. 1680

Títulos con humor:
Masturbador Real, 1789
Las jodiendas cantarinas o los entretenimientos priápicos, 1792
Los trabajos de Hércules o la jodienda rocambolesca, 1790


Títulos garantizadores:
Historia de don Bribón, portero de los cartujos
Historia de Margueritte, hija de Suzon, sobrina de don Bribón, 1784
Memorias de Suzon, Hermana de don Bribón contadas por ella misma, 1778
Justine o los infortunios de la virtud, 1791
Juliette o la prosperidad del vicio, 1797
Anti-Justine o las delicias del amor, 1798

Títulos de arqueología clásica:
Las ofrendas a Príapo, 1794
Venus en el claustro o la monja en camisa, 1746
Erótica Biblion, 1783
Las afroditas o fragmentos talipriápicos para contribuir a la historia del placer, 1793

viernes, 19 de septiembre de 2008

Speculum al Joder, Anónimo


Speculum al Joder, Anónimo. José J. de Olañeta Editor, Palma de Mallorca, España, 3ª. Edición, 2000. Col. Medievalia

Mientras el mundo del Oriente Medio tiene una larga tradición de obras eróticas y amorosas como Las mil y una noches o el jardín perfumado de Omar Ibn Muhammed Al- Nefzawi mejor conocido como el Jeque Nefzawi; la presencia árabe en España parecía haber transcurrido sin huella visible en este ejercicio literario. Todo parece indicar que la diferencia religiosa fue el más efectivo filtro para toda obra que tuviera el cuerpo como eje temático, sin importar que ésta fuera un tratado médico o una obra literaria. Entre los historiadores de occidente es unánime considerar como el único tratado amoroso de occidente el texto De coito de Arnau de Vilanova, más próximo a la metodología de Galeno e Hipócrates pero que deja entrever la misma soltura de pensamiento de los escritos árabes. Sin embargo la labor de estudiosos del siglo XX han devuelto a la luz manuscritos hispanoárabes que elaboran toda una cosmovisión poética y médica de la sexualidad. Este es el caso del texto cuyo título en el texto propiedad de la Biblioteca Nacional de Madrid es Speculum al foder, probablemente de fines del siglo XIV o principios del XV. Se puede dividir en tres partes: primera consejos terapéuticos e higiénicos para los hombres, segunda comportamiento de la mujer ante el amor y cánones de belleza y por último la descripción de una veintena de posiciones para el acto sexual. Aunque casi desconocido en México es una lectura profusa en interpretaciones e intensidades.

“En cuanto a la nobleza y a la belleza de las mujeres, se trata que tengan cuatro cosas muy negras: el pelo, las cejas, las pestañas y los ojos; cuatro cosas muy coloradas: las mejillas, la lengua, las encías y los labios; cuatro muy blancas: el rostro, los dientes, el blanco de los ojos y las piernas; cuatro muy estrechas: los orificios de la nariz y de lo oídos, la boca, los pechos y los pies; cuatro muy delgadas: las cejas, la nariz, los labios y las costillas; cuatro muy grandes: la frente, los ojos, los pechos y las nalgas; cuatro muy redondas: la cabeza, el cuello, los brazos y las piernas; y cuatro muy perfumadas: la boca, la nariz, las axilas y el coño.”


“Aquellos que hallan mucho gusto en el joder deben tomar mucha comida, vino, reposo, baños y buenos olores, como almizcle y sus semblantes, que es muy bueno para el corazón y el hígado. Si a éstos les sobreviene algún daño por joder, es por la complexión de sus miembros, que aunque sea débil, es caliente. Les socorres pues, con las viandas y medicinas más templadas, como trifera mayor y la medicina que se hace con la lengua del buey y compuesta con cilantro seco, achicoria dulce, incienso, “absticon” y cáscaras de alfóncigo; y usen emplastos de sándalos, de rosas, de membrillos, de manzanas y de mirto, con vino y con sus parecidos.”

lunes, 15 de septiembre de 2008

Reflexiones sobre la muerte de Mishima, Henry Miller


Reflexiones sobre la muerte de Mishima, Henry Miller. AUEM, México, 5ª. Edición, 1999. Col. La abeja en la colmena.

Uno de los acontecimientos más impactantes de la historia literaria del Japón del siglo XX, sin duda fue el suicidio del escritor Yukio Mishima en 1970, mismo que sólo dos años antes había sido considerado entre los posibles ganadores del premio Nobel de literatura y del cual su compatriota y electo ganador Yasunari Kawabata se refería a él diciendo: “No entiendo por qué me dieron a mí el Nobel y no a Mishima; un genio de la literatura como él aparece en la humanidad cada dos o tres siglos”. Mishima alcanza renombre en todo Japón con la publicación de su novela Confesiones de una Máscara en 1949, a la edad de 24 años, de la cual se jacta de ser un texto autobiográfico. En ella cuenta con precisión y con gran control narrativo el despertar sexual de un adolescente y su inclinación inevitablemente homosexual. Sus héroes se manifiestan en la figura de Juana de Arco (mientras no sabe que se trata de una mujer) y la poderosa erótica atracción por los cuadros del martirio de San Sebastián. La obra literaria de Mishima sobrepasa los cien volúmenes y abarca la novela, el cuento, la poesía y el teatro, este último lograría una renovación y alcances enormes gracias a su pluma. A esta portentosa actividad y su final trágico, Henry Miller, uno de los diez escritores más influyentes para la visión contemporánea de la sexualidad y la libertad, a unos meses del acontecimiento redacta una serie de reflexiones acerca de la muerte y la obra de Mishima, mismas que son un importantísimo aporte para acercarnos al pensamiento de este monumento de la cultura del siglo XX. Miller con gran lucidez se encuentra que los temas recurrentes en la obra de Mishima son la juventud, la belleza y la muerte. No en vano la mañana de su suicidio escribió una nota que dejó en su casa la cual decía: “La vida huma es limitada. Yo quiero vivir eternamente”. Al menos su literatura lo ha logrado.

“El amor de Mishima por la jovialidad, la belleza, igual que por la muerte, parece pertenecer a una categoría especial. Este no tiene relación alguna con la clase de amor que he descrito pero, siendo el suyo un amor exagerado, es completamente extraordinario; tiene un tinte de narcisismo. Al abrir cualquiera de sus libros se percibe la configuración de su vida y su inevitable fatalidad. Mishima repite los tres motivos de su obra: juventud, belleza y muerte, una y otra vez, como si fuera un músico. Nos trasmite su sentimiento de ser un exiliado aquí mismo. Obsesionado por el amor a las cosas espirituales, las cosas perdurables, ¿qué otra alternativa tenía sino ser un exiliado entre nosotros?”

martes, 9 de septiembre de 2008

El Cuento Erótico en México, Recopilación de Enrique Jaramillo Levi


El Cuento Erótico en México, Recopilación de Enrique Jaramillo Levi, Editorial Diana, México, 1ª. Edición 1975, 429 pag.

En la década de los sesenta se publicó en la Editorial Orientación la Antología de la Poesía Erótica recopilada por Gustavo Sainz y Miguel Donoso, que incluía textos misceláneos entre prosa y poesía. Libro histórico al ser el primero que intenta reunir en un solo volumen obras o fragmentos de obras donde la expresión amorosa es la protagonista. Aunque el libro incluye textos de diferentes países y lenguas, la preponderancia cae sobre las obras escritas en lengua española. Años después el escritor panameño Enrique Jaramillo Levi publicaría dos antologías monumentales: El Cuento Erótico en México y La Poesía Erótica en México, este último en dos volúmenes. Sin estas obras sería imposible acercarse a la producción erótica breve en nuestro país, por lo demás una cultura de excesivo pudor y escasa liviandad. En la década de los setentas entra en auge el tema erótico gracias a la masiva publicación de clásicos de este género: Henry Miller, Georges Bataille, Pierre Klossowski, Marqués de Sade, Yukio Mishima; además de la aparición de la colección de Tusquets Editores, La Sonrisa Vertical, en España; y la colección Los Brazos de Lucas de la Editorial Premia, en México, concretamente en Puebla. Entre esta efervescencia México acepta estas obras. Prueba de ello es la aparición de nombres célebres ofreciendo obras de diferentes manufacturas e intensidades: Juan Rulfo, José Revueltas, Juan José Arreola, Edmundo Valadés, Carlos Fuentes, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Sergio Pitol, Jorge Ibargüengoitia, Amparo Dávila; y los para entonces jóvenes talentos: René Avilés Fabila, José Agustín, Gustavo Sainz, Juan Tovar, Jorge Arturo Ojeda, Héctor Manjarrez, Angeles Mastretta, Alberto Dallal. Todos ellos buscan en el tema erótico un sitio de expresión y lo apropian, le dan su sello de autoridad. La literatura mexicana busca desbordar la piel y las emociones, ofrecerse al otro y quedarse en él. Felices instantes cuando los escritores mexicanos hablaban del amor como Dios manda, o mejor, como dice Mario Benedetti, como Dios Sugiere.

“Epitalamio (Juan José Arreola)

La amada y el amado dejaron la habitación hecha un asco, toda llena de residuos amorosos. Adornos y pétalos marchitos, restos de vino y esencias derramadas. Sobre el lecho revuelto, encima de la profunda alteración de las almohadas, como una nube de moscas flotan palabras más densas y cargadas que el áloe y el incienso. El aire está lleno de te adoro y de paloma mía.

Mientras aseo y pongo en orden la alcoba, la brisa matinal orea con su lengua ligera pesadas masas de caramelo. Sin darme cuenta he puesto el pie sobre la rosa en botón que ella llevaba entre sus pechos. Doncella melindrosa, me parece que la oigo cómo pide mimos y caricias, desfalleciente de amor. Pero ya vendrán otros días en que quedará sola en el nido, mientras su amado va a buscar la novedad de otros aleros.

Lo conozco. Me asaltó no hace mucho en el bosque, y sin hacer frases ni rodeos me arrojó al suelo y me hizo suya. Como un leñador divertido que pasa cantando una canción obscena y siega de un tajo el tallo de la joven palmera.

Pág.43”

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Solitario de Amor, Cristina Peri Rossi



Solitario de Amor, Cristina Peri Rossi, Grijalbo/Conaculta, Colección Fin de Siglo, México, 1990. 1ª. edición

Uno de los logros expresivos más sólidos en la amplia obra de Cristina Peri Rossi es sin lugar a dudas Solitario de Amor. Novela que en espiral recorre los matices que dan sustento a la pasión erótica. El permanente soliloquio del enamorado, ensimismado en las emociones y sus descubrimientos. Aída es la idealización del objeto amoroso y a un tiempo la negación de ese ideal. A semejanza de las heroínas de las novelas de Sacher-Masoch, Aída es una mujer que controla el rumbo y destino final de la experiencia erótica. Muestra una sutil, casi dolorosa negativa a volverse el sueño de alguien, opta sin embargo por ser ella quien devela, matiza, inventa y reinventa la realidad de la carne. Posesiona y da sello de propiedad el cuerpo que desea. El cuerpo femenino es el máximo protagonista. Visto con los ojos del sueño, la humedad, el corazón, el pecado, la metáfora, el cuerpo se vuelve un calidoscopio infinito. Asistimos a la confesión, al asedio, al anhelo de un innominado narrador que busca rastrear las perfumadas tarjetas que la hembra va dejando por los laberintos de la memoria y el deseo. Rastros que sólo sugieren, pero que nunca escapan de la voluntad de Aída, nunca van más allá de lo que la pasión le permite. Una atípica pareja: ella condicionante, el condicionado; donde los roles se invierten, ella domina, exige, controla, mientras él recibe, se conforma, suplica. El mismo narrador lo encierra en una frase: “Aída y yo: diversos y semejantes como quien se mira en un espejo”


“Mojo tus pezones con mis dedos húmedos de leche. Sobre las dos hélices rosadas, grandes, auroleadas, el líquido blanco se derrama, cuelga, como la gota de miel en el higo morado, maduro. Abro la boca como un pez asfixiado. Mis dedos giran en torno a tus pezones, que se hinchan y endurecen, piedras paleolíticas. Abro la boca como un condenado a punto de morir. Tú me miras hacer con extrañeza, como se mira a un hijo que balbucea incomprensiblemente. Tú me miras con condescendencia, pobre loco que no llegó a crecer, pobre huérfano, pobre desamorado, destetado, pobre hombre sin pezón, sin leche, sin maternidad. Al fin, con infinita ternura, tomas mi cabeza entre tus manos (tengo el pelo mojado, los dedos mojados, las mejillas húmedas, los labios inflamados), la colocas suavemente entre tus pechos, te llevas una mano al seno, lo recoges entre tus dedos, inclinas el pezón sobre mi boca, yo gimo como un recién parido, como un cachorro hambriento y me das de mamar.” Pág. 41

martes, 26 de agosto de 2008

Poesía erótica del Siglo de Oro


Poesía erótica del Siglo de Oro, Pierre Alzieu, Editorial Crítica, Barcelona, España, 1ª. Edición 2000, Col. Biblioteca de Bolsillo

Muy leídos y editados han sido los textos de Francisco de Quevedo donde trata del fenómeno carnal con desenfado y carcajada abierta, o el celebradísimo Jardín de Venus de Félix María Samaniego, mismo que le trajera en vida la persecución y permanente huída de la inquisición española, de las más severas en la historia de la represión universal. Sin embargo no ha sido la única producción erótica del Siglo de Oro español, vertiente expresiva que desde el siglo XVI contagiara los corazones libertarios encabezados por los Sonetos del Aretino. España no es indiferente a esta actividad. Si bien existen publicaciones que desde el siglo XIX intentan conjuntar en reducidas y casi clandestinas ediciones la producción literaria de los mejores escritores de los siglos XVII y XVIII, no es sino hasta muy recientes fechas que hemos visto, gracias a la labor erudita e incansable de múltiples investigadores, el retorno de obras prácticamente desconocidas. Tal es el caso de la magnífica antología que reedita la editorial Crítica en su colección Biblioteca de Bolsillo, Poesía erótica del siglo de oro. Obras que se han encargado de ordenar y comentar con mucho acierto Pierre Alzieu, Robert Jammes e Yvan Lissorgues. Tres fueron los criterios empleados como lo dicen los autores en la introducción: 1) Que fueran poemas escritos en el Siglo de Oro, 2) Que pertenecieran a autores anónimos, 3) Que el erotismo fuera evidente. Por fortuna así sucede. A pensar, o incluso gracias a la censura, es que estas obras se producen, aunque no todas corrieron con la fortuna de ver nuestros días. La calidad de los poemas les permite escaparse de la vulgaridad, de las palabras malsonantes y es la gracia, la sonrisa quien les da sustento. Los autores ponderan su aportación lingüística, misma que es evidente, sin embargo la mayor aportación está en la renovada y casi inalterable manera, podría decir, de mirar el amor físico.

El vulgo comúnmente se aficiona
a la que sabe que es doncella y moza,
porque ansí le parece al que la goza
que le coge la flor de su persona.

Yo, para mí, más quiero una matrona
que con mil artificios se remoza,
y, por gozar de aquel que la retoza,
una hora de la noche no perdona.

La doncella no hace de su parte,
cuando la gozan, cosa que aproveche,
ni se menea, ni da dulces besos.

Mas la otra lo hace de tal arte,
y amores os dirá, que en miel y leche
convierte las médulas de los huesos.

Anónimo Pág. 14

- El que tiene mujer moza y hermosa
¿qué busca en casa y con mujer ajena?
¿La suya es menos blanca y más morena
o floja, fría, flaca? – No hay tal cosa.

- ¿Es desgraciada? – No, sino amorosa.
- ¿Es mala? – No, por cierto, sino buena
Es una Venus, es una Sirena,
un blanco lirio, una purpúrea rosa.

- Pues ¿qué busca? ¿A dó va? ¿De dónde viene?
¿Mejor que la que tiene piensa hallarla?
Ha de ser su buscar en infinito.

- No busca éste mujer, que ya la tiene.
Busca el trabajo dulce de buscarla,
que es lo que enciende al hombre el apetito.

Anónimo Pág. 27 - 28

martes, 5 de agosto de 2008

Diccionario Secreto I, Camilo José Cela


Diccionario Secreto I, Camilo José Cela, Ediciones Alfaguara, Barcelona, España, 1a. Edición, 1968.

Obra inconclusa, escrita por el novelista y literato español Camilo José Cela en la que se analizan rigurosamente desde un punto de vista lingūístico y literario, los orígenes, el uso y los significados de palabras consideradas por algunos como "malsonantes". Aunque el autor intentó hacer un extenso diccionario de todas las palabras así consideradas, sólo pudo hacer tres volúmenes del diccionario: "Serie Pis- y afines" sobre los nombres del pene, "Serie Coleo- y afines" sobre los testículos y "Voces relacionadas" donde trata de incluir otras palabras. Posteriormente, preparó un llamado "Diccionario del erotismo" donde resumió parte de lo contenido en los volúmenes publicados de la primera obra, junto con otras notas de carácter sexual. Es el intento más logrado en lengua española. Obra imprescindible para consultar términos en desuso o con significaciones poco conocidas, que están incluidas en obras desde el siglo XVI hasta nuestros días.


COJÓN Del lat. cõlĕus, a través del lat. vulg. cõlĕo, -õnis.

1. Glándula genital del macho que, en el individuo bien constituido, se presenta formando par.

En el folk, aparece con frecuencia; he aquí algunas letrillas casts. del s. XIX, quizá de finales del XVIII.

Los cojones del cura
de Almendralejo,
le pesan veinte arrobas
sin el pellejo.

Los cojones del cura
de Argamasilla,
que al andar le sonaban
a calderilla.

o bien:

que los usa el monago
de campanilla.

Los cojones del cura
de San Segundo
que no los hay iguales
en todo el mundo.

Los cojones del cura
de Tarancón,
que abulta cada uno
como un melón.

Los cojones del cura
de Valdemoro
que los cuida su dueño
como un tesoro.

Los cojones del cura
de Villalpando,
los llevan cuatro bueyes
y van sudando.

Al cura de Villarejo
de Salvanés,
le llegan los cojones
hasta los pies.

El cura de Morata de Tajuña
se rasca los cojones con la uña,
pero en cambio el de Arganda
se pisa los cojones cuando anda.
¡Rediós, y que locuras
hacen con los cojones estos curas!

miércoles, 4 de junio de 2008

Presentación perdurable memoria


perdurable memoria, javier zúñiga, expurgos ediciones, Puebla, México, 2008


"Los relatos de Javier Zúñiga penetran el eterno laberinto que la ciudad resulta ser para la gente que no suele utilizar mapas; laberinto formado por personajes que bien pueden ser el autor o bien pueden ser el espejo que, negro sobre blanco, hacemos del libro los lectores; laberinto de muros pequeños, angostos, casi insignificantes pero que, si son tocados, inyectan el peor de los venenos posibles. No puedes menos que sentirte atrapado en la mirada del escritor que busca en lo cotidiano, lo oscuro y temible de la realidad. Sus historias son puntadas de una sutura que dejará cicatriz, pequeños golpes de aguja que lastiman los tejidos de los que se hacen las sombras y los motivos para soñar o mentir que cada uno de nosotros lleva metidos en algún lugar del pecho"
Brahim Zamora

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jueves, 8 de mayo de 2008

La Hiena de Puszta, Leopold Von Sacher Masoch


La Hiena de Puszta, Leopold Von Sacher Masoch, Editorial Laertes, Barcelona, España, 1982.

Quizá el más violento y el más explícito de los libros de este prolífico autor. Amante de las heroínas de duro carácter y costumbres violentas, en esta novela retrata la crueldad a niveles que alcanzan el crimen. La protagonista, lejana al planteaminto sumiso del personaje de la venus de las pieles, se regodea en hacer sufrir más que en recibir los maltratos. Con evidente tendencia a la provocación del dolor en el otro, es sin duda, un clásico de la literatura erótica del siglo XIX. Practicamente imposible de encontrar es hoy una rareza que la editorial Laertes tuvo a bien dar a conocer en lengua castellana. Texto imprescindible para los fieles lectores de este autor.


"El año transcurrido había bastado a Sarolta para invertir por completo la situación inicial. No sólo se había convertido en la parte más sobresaliente del espectáculo Cibaldi, sino también en la verdadera reina del circo, a quienes todos rendían pleitesía. Y ella, en su papel de ama, abusaba de esa situación sin la menor muestra de debilidad. Incluso la directora, la biliosa Arabella estaba a sus pies.

Como todos los caracteres autoritarios, la amazona abusaba de su poder voluntaria y cruelmente, porque ese era su objetivo: vengarse de todo el mundo y no dejar pasar ni una sola ocasión en que pudiera hacerlo.

Cuando decimos que Arabella Cibaldi estaba a sus pies no estamos utilizando una metáfora, puesto que era así literalmente. Ella era la encargada, cada noche, después de la representación, de ir a su camerino a sacarle las botas. En agradecimiento y como pago por tal servicio, recibía la mayoría de las veces una serie de bofetadas combinadas con latigazos cuando no era un puntapié que la arrojaba al suelo.

Sarolta no se separaba nunca de su látigo. De este modo reafirmaba su podería y satisfacía su crueldad. La fusta era su cetro y con él reinaba en el circo Cibaldi. Todos la habían probado. Mucho o poco. Porque todos, bien fuesen artistas o empleados, el caso es que se habían convertido en sus esclavos y no existía diferencia en el trato que recibían de ella. Se empujaban unos a otros para poder abrirle la puerta del establo o ayudarle a bajar del caballo. Cada uno intentaba adivinar sus menores deseos y trataba de contentar a aquella criatura magnífica.

¡Y pobre del que se rebelaba, intentaba zafarse del castigo o tan sólo mostraba su impaciencia! La amazona, tal como hemos referido, disponía de la total confianza del director y siempre le daba la razón en cualquier caso que pudiera presentarse.

En esas condiciones, los que habrían deseado mostrarse reacios, no tenían más remedio que contentarse y poner buena cara porque sobre ellos pesaba la amenaza de ser despedidos. Y la fama de los Cibaldi era tan enorme entre la gente de circo que ninguno de sus rivales se atrevería a contratar a un artista que hubiera sido despedido del mismo.

De modo que el guante de terciopelo de Cibaldi y la mano de hierro de la Sarolta aseguraban una total impunidad y ésta podía hacer reinar (y, desde luego, no se privaba de hacerlo) su implacable ley sobre aquel hato de infelices inferiores.

Una de las víctimas favoritas de la dominadora, era M. Jacques, el pequeño payaso. No le había perdonado nunca la tiranía que había tratado de imponerle en sus primeros pasos en el circo. No olvidaba que aquel ser repugnante no le había ahorrado nunca, cuando era totalmente incapaz de poder defenderse, ni una sola afrenta o humillación. Y ahora que era la más fuerte, no dudaba en tomarse la venganza.

M. Jacques era demasiado débil para resistir a semejante mujer. El carácter malvado y ácido que exhibía de continuo no era más que una defensa de su enorme cobardía. Sarolta se encargó, pues, de humillarlo convenientemente. Con el fin de que supiera hasta qué punto llegaba su desprecio le utilizó como camarero y criado para todo. Incluso le tendía el pie enfundado en la bota enlodada y le exigía:

“¡Lámelas! ¡Limpíalas!”.
Y cuando este se inclinaba, insistía en tono cortante:

“Así no. Ponte de cuatro patas; como un perro”.

Este obedecía y con la lengua se aplicaba en la limpieza de las botas hasta que conseguía arrancarles brillo.

Otras veces, llevando más lejos aún su humillación, le obligaba a desnudarse. La primera vez que le dio semejante orden, el payaso cumplió el mandato conservando tan sólo la prenda interior. Ella se acercó altiva y tras tocar la prenda con la punta de la fusta le ordenó:

“¡Sácate esa bayeta! Lo que puedes enseñar no corre el peligro de asustarme o hacerme enrojecer”.

Obedeció éste, como obedecía a todas sus órdenes. Y esa servidumbre era como un lenitivo sobre la herida abierta que Sarolta llevaba en el corazón y en el vientre.

Una vez desnudo y visiblemente avergonzado por encontrarse así, tuvo aún que soportar la mirada fija y ostentosa de Sarolta deteniéndose despaciosamente en las nalgas semejantes a manzanas pochas, en los muslos escurridos y llenos de pelos y en el pene, tan escuálido que parecía querer pasar desapercibido.

Sarolta rió cruelmente al verle así y seguidamente le ordenó:

“Prepárame el baño; después me ayudarás a desvestirme”.

Con una semisonrisa despreciativa en los labios iluminados de un carmín que nada debía al maquillaje esperó a que éste cumpliera los preparativos. Como en toda verdadera dominadora, la sensualidad era inseparable de su dureza y de su actitud hacia el ser inferior que torturaba, tratando de llevarlo al límite de su excitación, pero sin dejar que ésta cediera al alivio del goce. Al menos el de su miserable compañero de escena. Porque por lo que se refiere al suyo, hacía ya tiempo que la amazona había descubierto el poder de sus propios dedos y todo el partido que podía sacar de los movimientos adecuados efectuados diestramente entre sus muslos.

Los dedos de M. Jacques, por el contrario, se hacían torpes al enfrentarse al cierre y abotonaduras del vestido de la amazona. Por fin, pudo retirarlo y cayó la prenda al suelo. Pero contrariamente a lo que un espectador que no estuviera al corriente podría imaginar, no fue la mujer la que experimentó embarazo por la situación de encontrarse en un desorden encantador, ofreciendo sus encantos a la codicia del macho, sino éste, por completo humillado y a merced de aquella mujer semidesnuda que le arrojaba su desprecio y a la que no se atrevería a tocar sin haber sido autorizado a ello. Además, el payaso era tan poco viril que en realidad aquella situación apenas representaba peligro para una criatura como Sarolta.

No le ocultó ninguna parte de su cuerpo y le obligó a retirar cuantas prendas fue preciso hasta que estuvo totalmente desnuda.

Actuando con toda soltura, la mujer entró en el baño con gracia que igualaba a la de Venus y siempre, claro es, bajo la mirada desorbitada del esclavo que apenas daba crédito al ver a una criatura tan escultural. No, no era Venus; era Juno, con una figura firme y poderosa.

“¡Acércate! Le ordenó, irritada por la insistencia de aquella mirada legañosa que se deslizaba por su silueta como la baba de una babosa… acércate y coge la esponja. Enjabóname. ¡Haz algo útil, por lo menos!”.

Naturalmente hizo lo que se le ordenaba. Pero con mucha torpeza y negligencia, no atreviéndose a a frotar con energía por temor a irritar aquella piel tan frágil, por temor a irritar a su ama y que se le impidiera continuar gozando de semejante privilegio… aunque éste sirviera para humillarle y demostrar que era menos que nada en el aprecio de la amazona.

Cuando hubo terminado con la parte superior del cuerpo ella se puso de pie en la bañera y ofreció las partes más secretas a las investigaciones y actuaciones del payaso.

“¡Venga! ¡Sigue! Se exasperó cuando la mano se detuvo indecisa y llena de jabón sobre el monte de Venus, abombado y suave como el plumaje de una paloma. ¿O es que las chicas que frecuentas ignoran los cuidados y limpieza que merece el instrumento del amor y que éste debe encontrarse siempre en estado impecable?”.

Con el fin de facilitarle la labor o, quizás, para acabar más rápido, se abrió de piernas colocando una de ellas en el borde de la bañera. De este modo pudo él continuar su labor, frotar con ardor la hendidura, apartar los pétalos que la ocultaban y hundir dos dedos en el canal, estrecho todavía, para que no sólo lo que estaba a la vista sino también el interior quedara totalmente limpio.

Muy segura de sí misma, con gran dominio de sus reacciones y haciendo con ello un nuevo desprecio al enjabonador, su cuerpo no demostró la menor reacción, siquiera un estremecimiento. Aquella mano que violaba su intimidad y que insistía una y otra vez en su clítoris no la excitaba porque era la de un esclavo, menos que un perro para ella y hubiera preferido matarse antes que ceder a un placer que sólo reconocía en el interior de su organismo.

Cuando hubo terminado, para demostrarse su gloriosa insensibilidad, y a modo de agradecimiento le escupió a la cara tratándole de zafio y desmañado.

Para ella fue un placer y una victoria ver como la saliva corría a lo largo de la nariz de su víctima, alcanzaba el labio superior y… como M. Jacques, con los ojos brillantes, la lamía.

Leopold Von Sacher-Masoch, a partir de la traducción de Nicolás Ferrante para Editorial Laertes en su edición de 1982."

lunes, 7 de abril de 2008

Diderot y Catalina II: escenas de la Corte de Rusia. Léopold Sacher-Masoch


Diderot y Catalina II: escenas de la Corte de Rusia. Léopold Sacher-Masoch. Ed. Anagrama, Col. Compactos anagrama. Barcelona, España. 1971 (Biblioteca Luis Bota Sarmiento)

Se cuenta que, a pesar de la pobreza, Diderot era un hombre liberal y pródigo. No sabía negarse el placer de comprar libros, coleccionar grabados, adquirir miniaturas... No es de extrañarse, por tanto, que con tales gustos o pasatiempos, nuestro personaje fuera incapaz de reunir fortuna alguna.

En 1775 determinó vender su valiosa biblioteca con el fin de dotar a su hija, o al menos de asignarle o dejarle algo seguro, después de su muerte. Algo realmente digno de alabarse, si tomamos e consideración que los libros eran todo para él.

Sin encontrar comprador en su patria, Diderot decide ofrecérselos por 15,000 francos a la emperatriz Catalina de Rusia. Admirada la zarina por tan bello gesto del filósofo, de vender aquello que más quería para poder dar algo a su hija, decide comprar la biblioteca a Diderot.

Había una condición. Esa era de que el propio Diderot quedara como depositario de la misma hasta su muerte, con una pensión anual de mil francos. La pensión, por cosas muy sutiles de Catalina, Diderot no la recibe durante dos años. Más tarde, ella le entregaría 50 mil francos!

Diderot se dirige a Rusia, saliendo de París el 21 de mayo de 1773, pero no llega a San Petersburgo sino hasta el 21 de mayo de 1773, pues se queda un tiempo en La Haya, debido a una enfermedad que le sobreviniera y le obligara a retenerse.

En Rusia, Diderot es recibido por Catalina y su corte. Se vuelven grandes amigos, al menos grandes conversadores. El frío y otras cosas lo obligan a volver a Francia. A su regreso, se queda un tiempo en La Haya, en Holanda, donde pasa algunos meses y recoge numerosas observaciones sobre las finanzas, el comercio y la administración de este país. En base a lo anterior publica un libro llamado Viaje a Holanda.

También escribe sus impresiones acerca de Rusia, extractos de conversaciones que sostuviera con Catalina la Grande. Anotaciones, una a una, que fueron formando un grueso volumen de más de cuatrocientas páginas escritas, libro que permaneciera en L'Ermitage de Leningrado hasta el año de 1883. (Ignoro dónde se encuentre ahora).

Con base en este viaje Leopold Sacher Masoch escribe un divertido relato donde las escenas de amor, celos e intriga se suceden de manera vertiginosa. Sin dejar de lado la fuerza monumental de la mujer encarnada en la persona de Catalina y la pasividad amorosa y dominada de Diderot. Característica de toda la narrativa de Sacher Masoch. En este texto podemos encontrar una de las mejores satiras del poder, sus alcances y sin razones cuando se combina con la pasión.

"Diderot estaba sumido en estas reflexiones e inquietudes cuando la Zarina hizo su entrada. Estaba radiante de belleza, vestida de blanco de pies a cabeza, con un largo traje de seda del Atlas, larga cola y volantes de encaje blanco, un abanico blanco en la mano, diamantes alrededor del cuello y espolvoreados los bucles del cabello con blanco de nieve. Un solo provocativo detalle rompía la sinfonía en blanco. Al darse cuenta Diderot tuvo un estremecimiento y se sintió aterrorizado hasta lo más hondo de su alma."

miércoles, 2 de abril de 2008

El amor de Platón, Leopold von Sacher Masoch


El amor de Platón, Leopold von Sacher Masoch, el cuenco de plata, Buenos Aires, Argentina, 2004.

Mundialmente conocido por la novela La Venus de las pieles, Sacher Masoch es más célebre aún por la nomenclatura a una conducta sexual: el masoquismo; bautizada así en la Psicopatía Sexualis (1886), de Kraft-Ebing, quien se vale de la recurrente caractrística de el predominio de la voluntad de la mujer y la sumisión masculina, que abarca gran parte de la narrativa de este escritor, utilizando el apellido de éste para nombrar esta patología. Leopold Von Sacher-Masoch nació en el seno de una familia aristocrática en 1836 en Lviv, Lwow (nombre polaco) o Lemberg (nombre alemán), la cual perteneció a la provincia de Galitzia, dentro de las fronteras del Imperio Austrohúngaro -desde 1992 es territorio de la República de Ucrania, tras haber sido territorio polaco después de la Primera Guerra Mundial y de la URSS al término de la Segunda Guerra Mundial-, donde su padre era jefe de policía, un alto cargo en la administración del Imperio. Entre sus ascendientes se encuentran españoles. Estudió Derecho, Historia y Matemáticas en la ciudad austríaca de Graz. Tras doctorarse trabajó como profesor de Historia en su ciudad natal, para, posteriormente, dedicarse al periodismo y la literatura. Sus contemporáneos valoraron en él de forma especial sus excelentes ensayos sobre minorías étnicas austro-húngaras y su Galitzia natal. Es de destacar su simpatía por los judíos, lo que le valdría el agradecimiento de esta comunidad. Gozó del reconocimiento de contemporáneos de la talla de Zola, Ibsen y Victor Hugo.

Su serie de novelas El Legado de Caín estaba dedicada en un principio a tratar todos los grandes temas de la vida contemporánea: el amor, la propiedad, el Estado, la guerra, el trabajo y la muerte. Sacher-Masoch sólo pudo completar las series sobre el amor y la propiedad. La Venus de las Pieles (1870) era la quinta de una serie de obras sobre el amor -sólo pudo completar las del amor y la propiedad, del resto no quedan más que esbozos- y se convirtió al mismo tiempo en un escándalo y en un éxito en Francia por sus descripciones del tipo de apetencias y deseos que han inmortalizado el apellido de este autor: hacerse atar, azotar y humillar por una mujer corpulenta vestida con pieles, firmar un contrato como esclavo e incluso la incorporación de un tercer amante.

En sus novelas retrató a seres que gustaban de este tipo de prácticas sexuales. Sacher-Masoch era seguidor y partícipe, siendo de su agrado tanto el papel de víctima como dejarse cazar, típico de este comportamiento. Murió en 1885 de un ataque al corazón en la ciudad de Lindheim, en Hessen, y sus últimas palabras fueron "aimez moi"

El amor de Platón, pertenece al Legado de Caín y es una lúcida interpretación del Banquete de Platón, redactado en forma epistolar, el personaje, una suerte de alter ego, le va contando día a día a su madre los pormenores del proceso amoroso en su vida, motivo que le da oportunidad de reflexionar acerca de la calidad, origen y finalidad del amor, mismo que será ponderado, al igual que el filósofo griego, en su faceta espiritual, no ha de existir amor carnar que supere en belleza y sinceridad que el amor espiritual. Novela de dominios y engaños y con francos párrafos homosexuales, logra mostrar la doble cara del deseo: la carne y el espíritu.

"Primero me asusté, pero Anatol me miró con sus grandes ojos tan venerados y mi impresión se desvaneció...

Tomé sus manos y me las llevé a los labios y de nuevo me acongojó el mismo miedo en toda su crudeza. Sin embargo, esta vez me dio escalofríos con sólo pensar que podía echar a perder esa felicidad, y entonces dejé caer sus manos apresuradamente, cuando en rigor hubiera deseado seguir besándolas.

Me siento como transfigurado. No sé que será de mí.

En resumidas cuentas, he comenzado por amar a un hombre y voy a terminar adorando a una mujer."

miércoles, 26 de marzo de 2008

Dafnis y Cloe, Longo


Dafnis y Cloe, Longo. Premia Editora, Puebla, México, Col. Los brazos de lucas, 1983

La prosa en la literatura de la antigua Grecia fue un género utilizado más que todo en obras filosóficas, verbigracia la tenemos en los ya mencionados Diálogos platónicos. Empero la literatura (haciendo referencia al género narrativo en sí) también tuvo allí su acogida. Tenemos novelas que han sobrevivido hasta hoy como Efesíacas de Jenofonte de Éfeso; Babilónicas de Jámblico; Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio y posiblemente Las Etiópicas o Teágenes y Cariclea de Heliodoro de Emesa. En este grupo encontramos la novela Dafnis y Cloe cuyo verdadero nombre en griego translitera así: Poimenika ta Kata Daphnin Kai Klohen (Los amores pastoriles de Dafnis y Cloe) escrita por el griego Longo. El autor nació en la isla de Lesbos el año 150 d.C., se dedicó principalmente a la sofística y su obra más importante fue Dafnis y Cloe. Murió en 230 d.C.. Su obra ha sido traducida en diversos idiomas,
entre ellos el castellano del cual existe una traducción realizada por Juan Valera y Alcalá Galiano(1824−1905).

Es importante después de aclarar algunos pormenores con referente al origen de la obra tocar fondo un poco con su argumento. El autor se encarga de hacernos una pequeña introducción al comienzo. Nos explica la inspiración que lo mueve a escribir la obra, una pintura en una cueva de Ninfas. Indaga el origen de ésta y de allí resultan los cuatro libros que componen la novela. Hace pasar al principio el hecho que va a relatar como verídico, aunque a ciencia cierta no se sabe si lo es o no, algo parecido a lo que hace Cervantes en el Quijote cuando evoca a aquel personaje de Cide Hamete Benengeli como el historiador que compuso su obra. Es un recurso estilístico bastante usual en la literatura griega porque en los Diálogos Platón exhibe sus teorías filosóficas como sucesos verídicos en los cuales intervienen Sócrates y otros personajes la mayoría reales, pero que no se descifra si estas conversaciones realmente se dieron o si son sólo ficción o artificio del autor para hacer una historia más amena.

Dafnis es encontrado por el pastor o cabrero Lamon. Sus padres lo habían abandonado al nacer, empero le habían dotado de ricas joyas y monedas para que le criase
cualquiera que le encontrara. Una cabra del rebaño de Lamon, compadeciéndose del pobre bebé que yacía solo en la cueva de las Ninfas le amamantó cual si fuera su propia madre y así el infante logró sobrevivir hasta que sorpresivamente fue hallado. Contrario a lo que se podría esperar, Lamon y su mujer Mirtale recibieron con no poco regocijo el hallazgo del niño, no porque viniera tan ricamente adornado sino porque no tenían hijos y decidieron adoptarle como hijo suyo escondiendo las alhajas por si en alguna ocasión Dafnis las llegase a necesitar. Cloe es dos años menor que Dafnis y su destino, que a la larga se uniría y vendría a ser uno solo con el de su amado, tuvo muchas coincidencias con el de él como haber sido igualmente abandonada por sus padres en la cueva de las Ninfas con muchas joyas. Allí el narrador quiere dar a saber de una vez como la vida de estos dos personajes va a estar siempre ligada, no sólo por su nacimiento sino también por su oficio pues Dafnis se hace cabrero y Cloe pastora, oficios que estuvieron muy de boga en la antigua Grecia porque las cabras y las ovejas eran criadas de forma artesanal para la producción de leche y lana respectivamente. A partir de ese momento, compartiendo los días y las tardes con su oficio, va naciendo entre ambos un genuino sentimiento amoroso, pero con tal inocencia que todo se vuelve un constante descubrimiento y aprendizaje: los besos, las caricias, los celos, la primera noche juntos, la lejanía, la ausencia, etc. Una novela de conocimiento propio y ajeno, el enamorado viendo al otro, viéndose en el otro, viéndose a sí mismo.

"No hay remedio, ni filtro, ni hechizo, ni canto, ni palabras que curen el mal de amor, como no sean los besos y abrazos y acostarse juntos y desnudos".

martes, 25 de marzo de 2008

Memorias secretas de una cantante alemana, Wilhelmine Schroeder-Devrient


Memorias de una cantante alemana. Wilhelmine Shroeder-Devrient, Editorial Castilla S.A., Madrid, España, Col. Raros y Exquisitos, 1921

Memorias de una cantante alemana. Wilhelmine Shroeder-Devrient. Atribuida a la famosa cantante Wilhelmine Schroeder-Devrient, muy admirada en su época, la obra fue publicada por primera vez en Altona en 1862 y hasta el día de hoy sigue siendo la más apreciada de la literatura erótica germana. Las memorias, narradas en forma de cartas a un prestigioso médico en tono confesional, meditan sobre las relaciones sexuales, sus represiones, sus conflictos y reflexiona sobre las distintas costumbres sexuales de los países que recorre. Atribuidas por primera vez a la cantante por Pixanus Fraxi, a quien del mismo modo, es decir, con pocos elementos también se le adjudicaron unas memorias que son un clasico ya del erotismo: Mi Vida Secreta. Aunque el poeta francés Guillaume Apollinaire en el prólogo que redacta para la edición francesa en el año de 1913, duda de la autoría de la señora Shroeder-Devrient, reconoce que la vida escandalosa y hasta un tanto licenciosa bien podrían ser un reflejo de estas memorias. Originalmente publicadas en dos tomos con ocho o diez años de diferencia, entre cada aparición, las posteriores ediciones ya incluyen las dos partes en un solo volumen. La imagen de arriba pertenece a una edición de sólo 500 ejemplares exclusivos para miembros pertecientes a una suscripción a la editorial. Obra imprescindible para acercarse a la literatura erótica alemana que incluye obras tan famosas como: Sor Monika de E.T.A. Hoffmann o Memorias de Josefina de Felix Salten.

"No habrían pasado quince minutos, cuando percibí por la habitación próxima como un ligero ruido de pasos que se acercaban. Instintivamente cerré los ojos y fingí dormir. En aquel instante abrióse sigilosa la puerta de la alcoba y un andar cauto y débil se deslizó ya dentro de la habitación. Temblé. Siempre a oscuras, escuché los inconfundibles movimientos de un hombre que se desnuda: el ligero choque de los zapatos contra el suelo, el despojamiento de los pantalones, de la americana; el ruido de monedas en el chaleco suelto... Y de pronto las ropas del lecho que se mueven y el italiano -no podía ser otro- que se acuesta al lado de Rodolfina."

miércoles, 19 de marzo de 2008

Los demonios de la lengua, Alberto Ruy Sánchez


Los demonios de la lengua, Alberto Ruy Sánchez, SEP-CREA, Col. Los cuadernos de la orquesta, México 1987. 1a. Edición.

"Dice el autor, y con su relato lo demuestra, que "En la noche sin nombres, sin respuestas, sin orillas, en la noche muda de nuestros cuerpos aguardan impacientes los demonios de la lengua".

Un libro sobre la duda y el deseo. Podría subtitularse: Las trampas son de la razón, no de la fe. Son tres historias en tres siglos, con tres personajes que se cruzan por su fe y su deseo a lo largo del tiempo, de manuscritos encontrados y pasiones que afloran en diversas circunstancias. La razón ayudando como levadura a levantar la harina de la fe más que de la duda.Uno de los personajes es un inquisidor y místico jesuita que muere estrangulado por su propia lengua. Está inspirado en los diarios del Padre Surin.Estuvo probablemente poseído por Los demonios de la lengua, como su diario lo atestigua. Extasis místicos y sexuales se empalman en su mente y en su cuerpo. El segundo, un dominico, orden tradicionalmente enemiga de los jesuitas, encuentra y traduce el manuscrito del primero. Su propia historia se inspira en un personaje histórico que siendo Inquisidor criticó a la Inquisición y ayudó a que ésta se cerrara: Juan Antonio Llorente. El tercero es un estudioso, inspirado en Don Marcelino Menéndez y Pelayo, que odiaba al segundo por considerarlo poco cristiano, pero mientras escribe un conocido ataque furibundo contra ese Heterodoxo de otro siglo que es su enemigo imaginario, el sueño le trae sus propios deseos convulsivos: una andaluza que lo ha perturbado toda la vida hasta hacer de él lo contrario de lo que por escrito defiende. Ensayo que se vuelve fabulación rigurosa, de lógica implacable; y al mismo tiempo trenza de cuentos que penetra en la historia de las creencias y del deseo de creer. La duda es el centro magnético de este relato, novela heterodoxa donde Historia y Ficción, Bien y Mal, Carne y Espíritu aparecen unidos en un mismo parpadeo."
Fragmento extraído de http://www.albertoruysanchez.com/

"De pronto distinguió tras la espalda del ángel un blanco cuello de cisne estirándose al viento, mientras el ángel se balanceaba como si tuviera otro cuello dentro. El jesuita, sorprendido, todavía sin descifrar claramente lo que estaba viendo, comenzó a tomar de nuevo conciencia de su cuerpo y se encontró con que tenía en la mano su propio cuello de cisne erecto, y angustiado estrangulaba su vuelo.

En la agitación que siguió dentro y fuera de sí mismo, al monje le vino por un instante la sensación de que ahí, tirado en el suelo, apuñalaba a un cisne que quería violarlo. Luego, él mismo era el cisne que violaba al ángel, y finalmente él había sido el ángel mientras desechos de nube vieja le habían caído en las manos."

martes, 18 de marzo de 2008

Estética de lo obsceno (y otras exploraciones pornotópicas), Huberto Batis


Estética de lo obsceno (y otras exploraciones pornotópicas), Huberto Batis, UAEM-UAQ, Colección alimón 7, México, 1983

“¡Pero qué mal pensado soy!”, se dijo Huberto Batis, el conocido pornotólogo de nuestra República de las Letras, un día que la portada de una novela de Tusquets lo dejó boquiabierto. “¡La foto era una trampa! —explica el autor de Estética de lo obsceno (y otras exploraciones pornotópicas); reunión de ensayos sobre literatura erótica— lo que creías que era una vagina era en realidad la boca de una niña”, dice con un gesto a medio camino entre la risa y el celo filial."

“Escribo La estética de lo obsceno para contrarrestar aquel movimiento de De La Madrid que se llamaba la renovación moral, una bomba de tiempo que le había dejado López Portillo (q.e.p.d.), motivo de un escándalo de intelectuales porque había un reglamento donde no se podía ver ni cine ni teatro ni libros ni nada. A esta edición le pongo que estamos en un tiempo similar con Fox y Abascal, pues ha habido la persecución de la maestra que dio a leer Aura de Carlos Fuentes. Y es que lo que molesta es el erotismo inteligente”, remata Huberto Batis, de pie en su estudio junto a una reproducción fotográfica en tamaño natural de Bibi Gaytán. Cierra su Estética de lo obsceno (y otras exploraciones pornotópicas) y explica que “pornotopía es el topos uranus cambiado a topus eroticus y pornotopía es el país del erotismo”. Luego nos muestra el efervescente collage de fotografías eróticas que hizo hace 30 años en el techo del sótano de su casa. Desde allí nos despide Meche Carreño con su picante sonrisa de los años 60. Ni dudarlo. México es ya otro país."

Con estas palabras habla de sí mismo el escritor Huberto Batis, de este libro, Estética de lo obsceno (y otras exploraciones pornotópicas), que a comienzos de la década de los 80´s incluía entre sus páginas comentarios sobre el Abate Brantóme, Leopold y Wanda Sacher-Masoch, Baudelaire, Oskar Panizza, Violeta Leduc, Georges Bataille, Henry Miller, Anaïs Nin, Jane Bowles, Alberto Moravia, Ruggiero Guarini, Roland Barthes, etc. Compilado a petición del poeta José Vicente Anaya, quien entonces era Jefe del departamento editorial de la universidad autónoma del estado de México y quien con atinada visión ya había editado en la misma colección un par de representantes de la mejor erótica del siglo XX: Georges Bataille y Yukio Mishima. Obra fundamental entre la crítica de este tipo de obras en México. La imagen pertece a la primera edición de este libro, que a estas fechas anda por la tercera corregida y aumentada publicada por la UNAM.

El jardín del pecado, tomo quinto


El jardín del pecado, Tomo quinto (Antología Erótica), Rafael Caro Raggio Editor, Madrid, 1921

En 1917, al cuarto año de su matrimonio con Carmen Baroja, Rafael Caro Raggio funda la editorial que lleva su nombre y comienza a editar las obras de su cuñado Pío Baroja.

Como se ve en las primeras ediciones, se instaló la editorial en la calle de Ventura Rodríguez, 18, y al poco tiempo inauguró una librería en la céntrica Plaza de Canalejas, en el numero 16. Por los pies de sus ediciones, en 1918 tiene ya una imprenta y dos años más tarde aparecen imprenta e editorial en la calle de Mendizábal, 34, esto es, en la casa donde viviría toda la familia Baroja. La marcha de la editorial ha sido rápida y en tres años ha creado un próspero negocio.
Julio Caro Baroja recordaba cómo era frecuente ver a los aprendices de la imprenta pegar patadas a una pelota de papel en mitad de la calle de Mendizábal, mientras Pío escribía o Ricardo entintaba una plancha de cobre antes de ponerla en el tórculo. Pío Caro aún recuerda el ruido de las Minerva y de las LM de día y de noche como un arrullo lejano que se expandía por toda la casa.

En 1929 Rafael Caro Raggio edita un precioso catálogo de Literatura, Artes y Ciencias, con una portada de Juan Basilio y caricaturas de don Pío, Azorín y Eugenio D´Ors, de Bagaría. En sus páginas interiores van reproducidas muchas de las portadas de las obras editadas y el índice de precios. ¡Qué precios¡ Desde 1,50 pesetas de Momentum Catastrophicum a las 12 pesetas de Las Inquietudes de Shanti Andía. En las contraportadas se lee: R. Caro Raggio, Editor e Impresor. Mendizábal, 34, teléfono 33453, Madrid. Y entre sus guardas figuran cerca de trescientos títulos, porque además de editar a Baroja, ha publicado las obras completas de Azorín y va ya por la cuarta edición de El Fuego, la novela de Enrique Barbusse traducida del francés. Ha creado también una Biblioteca de Arte, que dirige su cuñado Ricardo Baroja, una Biblioteca Filosófica, una Biblioteca de Medicina Popular con obras de Pittaluga y Marañón y ha lanzado una Biblioteca de Ciencias Esotéricas y dos colecciones que pueden ser consideradas cómo dos joyas del momento: Las Grandes enamoradas y El Jardín del pecado, además de las novelas de Willy y otras traducciones de autores extranjeros.

La guerra trunca la vida de la editorial y su fundador Rafael Caro Raggio muere derrotado en 1943.

En 1972, de la vieja editorial sólo quedaba un reloj de pared, un cenicero de cristal y un par de engranajes de lo que fue una flamante impresora, pero los hijos del fundador, Julio y Pío Caro Baroja retoman el viejo cuño editorial y rescatan algo mucho más importante que todo eso: el esfuerzo, la obra de tres hombres; y con las portadas de los grabados de Ricardo, los textos de las novelas de Pío y la viñeta del Erasmo de Holbein que simboliza la vieja editorial, comienza la edición de la Serie Conmemorativa del Centenario del Nacimiento de Pío Baroja.

Hoy, a caballo entre dos siglos, la Editorial Caro Raggio, sigue siendo la casa de tres hombres sin los cuales no se podría llegar a entender la literatura, el arte, la cultura y la historia de este país: Pío Baroja, Ricardo Baroja y Julio Caro Baroja, el sobrino de ambos e hijo mayor de un fundador cuya memoria sigue presidiendo esta casa. Nuestra voluntad es seguir atendiendo a nuestros lectores con el mismo calor y entusiasmo que en 1917, publicando y haciéndoles llegar las obras de estas tres personalidades, y seguir siendo el punto de referencia para todo "El mundo Barojiano".

El volumen mostrado en la parte superior, contiene textos de Abate de Voisenon, Maquiavelo, Crebillón (hijo), Musset. De estos dos últimos se incluyen obras muy afamadas: El sofá y Gamiani. Quizá la mejor colección erótica de la españa de principios de siglo XX.}

"La primera cosa que hizo después de lo que acabo de decir, fue abrir una armario muy secretamente practicado en la pared, y sacó de allí un libro. De este armario pasó a otro, en donde había muchos volúmenes fastuosamente encuadernados; tomó de allí otro libro, que arrojó con desdén, y vino con el que había cogido primero a recostarse muellemente sobre los almohadones de que yo estaba cubierto" El Sofá, Crebillón

lunes, 17 de marzo de 2008

Los dijes indiscretos, Denis Diderot


Los dijes indiscretos, Denis Diderot, Libros Hiperión, España, 1988


Denis Diderot nació en el este de Francia, en la ciudad de Langres el 5 de octubre de 1713 y comenzó su formación en el Colegio Jesuita. En 1732 consiguió ser maestro de artes en grado de filosofía. Abandonó la idea de entrar en el clero y decidió instantáneamente estudiar leyes, aunque por poco tiempo. En 1734 decidió ser escritor lo que produjo el enfado y rechazo de su padre, por lo que Diderot comenzó una vida bohemia que se alargaría diez años.

En 1743, se casó con Antoinette Champiom, una devota católica. El enlace fue considerado inapropiado por la posición social de ella, unido a su pobre educación y carencia de dote. De este matrimonio nació una hija, Angelique. Tras la muerte de la hermana monja de Diderot, afectó a la opinión de la religión de éste.

Diderot mantuvo relaciones con la escritora Madame Puisieux y con Sophie Volland, con la que estuvo constantemente hasta el final de su vida.

Fue muy reconocido por sus obras y se vio recompensado este trabajo al ser elegido miembro de la Academia Francesa. No se enriqueció económicamente por sus obras ya que al proporcionar una dote para su hija, no tuvo otra alternativa sino la de poner en venta su biblioteca.

Cuando Catalina II de Rusia, (1729 - 1796), activa escritora de cartas a Madame Geoffrin, (1699 - París 1777), conoció sus estrecheces económicas mandó un agente ruso a París para comprar su biblioteca. Diderot fue invitado en el invierno de 1773 a la corte de San Petersburgo donde pasó algunos meses siendo consejero de la zarina. De Diderot, vehemente en sus conversaciones con gente importante e influyente decía la zarina de Rusia: "Termino mis conversaciones con él con los muslos macerados y negros de cardenales. De modo que me he visto obligada a colocar una mesa entre él y yo".

Murió en París a causa de enfisema y edema el 31 de julio de 1784 y fue enterrado en la Iglesia de Saint-Roch. Sus herederos enviaron su vasta colección de libros a Catalina II, quien tuvo que depositarla en la Biblioteca Nacional de Rusia.

De los dijes indiscretos, obra que escribio en la juventud, se observa una profunda ironía y una necesidad que acompaña al hombre del siglo XX: la de que el sexo hable. Antecedente remoto de los monólogos de la vagina, los dijes indiscretos, fantasean ante la posiblidad de la existencia de un anillo mágico, que provoca que la vagina que éste señale, comienze de manera incontrolable a contar hasta el más mínimo detalle de su historia erótica, el sexo hablando y mnifestando sus gustos y desgracias, sus glorias y sus olvidos. El congo, lugar exótico donde transcurre la novela, se vuelve el caos, nadie está a salvo, ningún secreto será por mucho tiempo guardado. Las infidelidades saldrán a la luz sin remedio. En vano será la utilización de bozales para las vaginas parlantes. Extraordinaria muestra de imaginación, esta obra se encuentra entre las grandes novelas eróticas del siglo XVIII.

"Cypria quería que la tomasen por rubia. Su piel amarillenta, pintarrajeada
de colorete se parecía bastante a un tulipán multicolor. Tenía los ojos saltones,
era corta de vista, baja, con la nariz afilada, la boca vulgar, los pómulos
salientes, las mejillas hundidas, la frente estrecha, el pecho plano, las manos
secas y los brazos descarnados, y con estos atractivos había embrujado a su
marido. El sultán dirigió hacia ella su anillo y enseguida se oyó cómo se aclaraba
la voz. La asamblea creyó que Cypria iba a hablar por la boca, que iba a pronunciarse,
pero se equivocó, porque fue su dije el que comenzó así:
«—Historia de mis viajes.
»Nací en Marruecos el año 17 000 000 012 y era bailarina en el teatro
de la Ópera cuando Mehemet Tripatoud, que me mantenía, fue nombrado jefe
de la embajada que nuestro poderoso emperador envió al rey de Francia. Me
fui con él, pero como los encantos de las francesas me arrebataron enseguida a
mi amante, busqué inmediatamente el desquite. Los cortesanos, ávidos de novedades,
quisieron probar a la marroquí (así llamaban a mi dueña), que los trató
con mucha benevolencia, y gracias a su afabilidad, les sacó en seis meses veinte
mil escudos en joyas, otro tanto en dinero y una casita amueblada. Pero el
francés es voluble, y pronto pasé de moda. No me apetecía representar por provincias
después de pasar por los grandes talentos en los más colosales teatros,
dejé partir a Tripatoud y me dirigí a la capital de otro reino."

viernes, 14 de marzo de 2008

cantos de los oasis del hoggar


cantos de los oasis del hoggar, editorial Centauro, colección Amor y Poesía en Oriente, México, 1944

cantos de los oasis del hoggar pertenece a la fabulosa y rica tradición de la cultura árabe, a los pueblos asentados en el norte de Africa, a la tradición oral de los tuareg. Fueron dados a conocer en Europa a principios del siglo XX por el militar argelino Belaid Mohamed-Ben-Alí, durante la dominación francesa del territorio de Argelia y Marruecos. En ellos se cuenta con vehemente lirismo la encendida pasión de Mussa-ag-Amastán por Dassina-ult-Yemma. Amor que nunca es correspondido pero que es llevado a niveles de exaltación comparables al Cantar de los Cantares, de la literatura sacra cristiana. Conozco dos versiones, con idéntica y anónima traducción, ambas editadas en México, una de 1944 de editorial Centauro, colección Amor y Poesía en Oriente, y la que publicara el Conaculta en su colección Cien del Mundo, en el año 1997. Obra ampliamente recomendable.


Oh, Dassina, oh mi sultana, mi voz más grave carece de sonidos para cantar las cosas agradables; resuena, como el tobol, para la guerra, o como el violín para el amor.Y si me pidieras que dijese quién es la más bella entre las bellas de tu reunión galante. Para no faltar a la ley noble, que quiere que conteste: "Sois todas vosotras juntas", me callaría mirándote.
Y si me preguntaras:
-¿A quién amas más, a Dios o a mí?
Para no faltar a la ley santa, callaría de nuevo mirándote siempre.

Teleny o el reverso de la medalla, Oscar Wilde


Teleny o el reverso de la medalla, Oscar Wilde, Editorial Valdemar, Colección Planeta Maldito, Madrid, España, 3a. Edición 1997.


Mientras en Europa se arraiga a mediados del siglo XIX la popular doctrina de Mesmer del magnetismo, la literatura no se queda fuera de esta idea, el cuerpo compuesto por una energía vital, con fijaciones y polos. Prueba de ello es que muchos de los grandes escritores de este siglo elaboran obras profundamente sustentadas en las fuerzas magnéticas: El Horla de Guy de Maupassant, El caso del Sr. Valdemar de Edgar Allan Poe o El Magnetizador de E.T.A. Hoffmann son algunos ejemplos de esta visión del cuerpo. Felizmente para Oscar Wilde no se queda en el temor o miedo que provoca la presencia de esta energía desconocida, sino que la traslada al plano amoroso, para él, el amor, no es otra cosa que la sujeción de la voluntad por una energía de mayor potencia, es decir, se vuelve un proceso imposible de evitar, el individuo caerá en el abismo por control de una fuerza de atracción que lo consume y destruye todo. ¿No antes se había autocuestionado Søren Kierkegaard acerca de la naturaleza no física del amor? ¿Por qué el amante recurre a caricias, besos u otros contactos, si el amor no es palpablemente? Bajo esta idea Wilde escribe una de las más sublimes obras del proceso de enamoramiento y seducción desde la misma entraña del espíritu. Por muchos años silenciada y erradicada de las obras completas de este escritor, Teleny, es la mejor muestra de la novela erótica de fines del siglo XIX, y escrita por la mano del más importante escritor inglés. Redactada con maestría, el lector encontrará desde las más finas metáforas hasta las más encendidas escenas eróticas. La excelente traducción de Mauro Armiño, en ningún momento hace extrañar al original. Las ilustraciones de Alonso Santiago transmiten la misma emoción viva que las letras de Wilde han revelado de sí mismo, el mejor retrato que de este escritor inglés se haya escrito.


"¿Quién no ha experimentado las diversas sensaciones que produce el contacto de una mano? La mano es el indicio del temperamento. En pleno invierno, algunas manos son cálidas y febriles, otras frías e incluso heladas durante la canícula. Unas secas y apergaminadas; otras, carnosas, pulposas, musculosas, delgadas, ososas y descarnadas. La presión de unas es la de un torno; la de otras, blanda como un trapo. Hay manos que son los productos artificiales de nuestra moderna civilización, que presentan deformidades del mismo tipo que las de los pies de las damas chinas; manos continuamente aprisionadas en guantes durante el día, a menudo una cataplasma durante la noche y cuidadas por un manicuro; tan blancas como la nieve sino castas como el hielo. Pequeña mano ociosa que evita el contacto con la mano rugosa, oscura y manchada de un obrero, que la dura faena transforma en una especie de cuerno. Hay manos discretas, otras que palpan de manera indecente; otras también cuyo apretón hipócrita expresa lo contrario del pensamiento; manos aterciopeladas, untuosas, clericales o falaces; está la palma del pródigo, la garra ganchuda del usurero. Está la mano magnética que parece tener una afinidad secreta con la vuestra; su simple contacto sacude vuestro sistema nervioso y os llena de goce. ¿Cómo expresar mis sensaciones bajo la presión de la mano de Teleny? Puso en mí fuego y, cosa extraña, sentí al mismo tiempo un frescor dulce como el beso de una mujer. Se deslizó por todo mi ser, acarició mis labios, mi garganta, mi pecho; mis nervios se estremecían con delicia; el temblor descendió hasta los riñones y Príapo, despertado, levantó la cabeza. Aquella mano tomaba posesión de mí y yo me sentía feliz por pertenecerle."

Poemas Eróticos, Bertolt Brecht


Poemas Eróticos, Bertolt Brecht, Visor libros, Colección Visor de Poesía, 2a. Edición, Madrid, 2002


Mundialmente conocido por la calidad de su teatro, por la sensibilidad de sus poemas, canciones y baladas, Bertolt ofrece una faceta bastante desconocida en esta antología. En su producción teatral se puede apreciar una tendencia pedagógica y una significación social muy amplia, características que se trasladarán a parte de sus poemas, y aunque en general sus obras están pensadas para un público intelectual y atento, en la faceta erótica nos encontramos con un lirismo triunfal y radiante. Los poemas de este libro muestran una pluralidad de voces y registros, dándole al conjunto la apariencia de un altibajo pasional, un termómetro del deseo. Aunque por instantes pareciera tratarse de un largo monólogo, Brecht consigue que la claridad léxica penetre con arrojo el ánimo del lector, que se incruste en la piel y el oído. Acertadamente la editorial Visor ha incluido en su basto catálogo de títulos, obras eróticas de diferentes épocas y orígenes. Este es el 418 de la colección, edición bilingüe, pero con la falta de un buen prólogo, y estudio crítico. Pero como en todos los buenos autores es mejor que la obra hable por sí misma.


"¡Ay, casi se fundían
y él sintió: ella es mía!
Y la oscuridad la llama avivó.
Y ella sintió: solos estamos.
Y él su frente besó.
Pues ni era puta
ni serlo quería.
¡Oh, dulce juego de manos!
¡Oh, su corazón salvaje como nunca!
¡Que tenga él coraje!
Y ella la frente besa
pues ni era puta
ni cómo sabía..."

La Romana, Alberto Moravia


La Romana, Alberto Moravia, Editorial Arcos, México, 1951.


Uno de los más importantes escritores italianos del siglo XX y quizá el más prolífico de todos. Su obra abarca cerca del centenar de volúmenes y el algún momento fue considerado como posible merecedor del premio Nobel de literatura. Incluido en el índice de escritores prohibidos por el vaticano, su obra recibió el aplauso unánime de la crítica. Aunque su precoz talento lo lleva a publicar muy joven su primera novela, los indiferentes, sería hasta 1944 con la publicación de la novela Agostino que llevaría a su literatura el tema de la sexualidad y con ello lo principal de toda su narrativa: la alineación, el existencialismo y la burguesía como objeto crítico. La fama habría de llegarle tras la publicación de la novela La Romana, la más traducida de sus obras, y tras ella toda una serie de libros encaminados a descubrir el mundo sexual de las clases burguesas italianas, novelas como El amor conyugal, Dos (una novela fálica), La Vida interior, El hombre que mira, El viaje a Roma, etc., son ejemplo de la recurrente expresión estética que Alberto lograría al transcurrir de los años. La Romana, es la historia de una prostituta originaria de Roma que se ve envuelta en el ambiente de la prostitución y el permanente desinterés del mundo que la rodea. Decidido expositor de la hipocresía de la sociedad contemporánea, Moravia nos conmueve y asombra por la cruda facilidad con que, de forma magistral, logra exponer las expresiones más viles y chocantes en manos de personajes siempre bien definidos, con destinos trágicos, sorprendentes, donde el individuo es expuesto hasta las mismas entrañas. La presente edición es la primera mexicana de 1951, idéntica traducción presenta la versión reciente de editorial Lumen. Moravia siempre será un referente para los lectores de la erótica del siglo XX.


"Mi madre decía que parecía una Virgen. Yo me di cuenta que me parecía a una actriz de cine por entonces en boga, y comencé a peinarme como ella. Mi madre decía que si mi cara era hermosa, cien veces más hermoso era mi cuerpo; un cuerpo como el mío, decía, no se encontraba en toda Roma. Entonces no me preocupaba de mi cuerpo, me parecía que la belleza estaba toda en la cara, pero hoy puedo decir que mi madre tenía razón. Tenía las piernas derechas y fuertes, los flancos redondos, la espalda larga, estrecha la cintura y ancha en los hombros. Tenía el vientre como lo he tenido siempre, un poco grande, con el ombligo que casi no se veía, tan hundido estaba en la carne; pero mi madre decía que esta era una belleza más, porque el vientre debe ser prominente y no liso como hoy se usa. También el pecho lo tenía robusto, pero firme y alto, manteniéndose erguido sin necesidad de sostén; y también de mi pecho, cuando me lamentaba de que fuese demasiado grande, mi madre decía que era una verdadera hermosura y que el pecho de las mujeres, hoy en día, no valía nada."

Orígenes Cultuales y Míticos de Cierto Comportamiento Entre las Damas Romanas, Pierre Klossowski


Orígenes Cultuales y Míticos de Cierto Comportamiento Entre las Damas Romanas, Pierre Klossowski, UNAM, Col. Poemas y ensayos, México, 1980.


La obra de Klossowski recorre la novela, el ensayo y el dibujo. Sus temas van de Sade a Nietzche, de la antiguedad a la vanguardia. Esteta, filósofo, erudito; su obra encuentra en el erotismo el punto de partida y encuentro para hacer converger el control mental, la imagen y la voluntad con una lucidez deslumbrante. Hecho circular en México a través de las traducciones de Juan García Ponce de las novelas La vocación suspendida, Roberte esta noche, La revocación del edicto de Nantes y el ensayo del mismo Ponce sobre Pierre: Teología y Pornografía, todos editados por la editorial Era en la década de los 70´s. Desgraciadamente sólo el ensayo ha seguido en las listas de obras que la editorial conserva en la actualidad, dejando descartadas las novelas. En esta misma fiebre hacia los escritos de Klossowski, Juan García Ponce decide incluir en la colección poemas y ensayos, el libro Orígenes Cultuales y Míticos de Cierto Comportamiento Entre las Damas Romanas. Título bastante largo, pero rotundamente claro. En él Pierre se aproxima a una serie de ritos, mitos y cultos de la antigua Grecia y Roma, y descubre con labor de filigranista los pequeños hilos que atan los comportamiento religiosos con las experiencias de índole erótico, el traslado de una sociedad matriarcal a una patriarcal, de los cultos a Venus, Afrodita y Artemisa, hasta la implantación de los ritos fálicos encubiertos por Dyonisio. Libro imprescindible para degustar la obra de ficción de este célebre escritor francés del siglo XX.


"... a lo largo de los siglos de la unión de Belos-Herakles con la Afrodita Mylita (Istar o Astarté), cuyo culto, por implicar la prostitución sagrada de las vírgenes, era acompañado por solemnidades licenciosas y disolutas que mezclaban amos con esclavos, análogas a las Saturnales y a las Floralias romanas, y que alcanzaban su punto culminante, bajo la mirada del pueblo, en la cópula ritual de la prostituta sagrada, encarnación de la diosa en estas solemnidades, con su esclavo, elegido para desempeñar el papel de su divino compañero Belos-Herakles. Este último, como el mismo Hércules, era entregado a las llamas al término de la fiesta; rito que asociaba estrechamente el acto carnal con la inmortalidad por el fuego."

Libro Verde (Colección de Poesías Satíricas y de discursos festivos), Francisco de Quevedo


Libro Verde (Colección de Poesías Satíricas y de discursos festivos), Francisco de Quevedo, Librería de Victoriano Suárez, Madrid, 1875. Con ilustraciones de Perea.


El Libro Verde de Quevedo, como lo dice el recopilador D. Eduardo de Lustonó, lleva por tal nombre como una advertencia para los lectores "un llamamiento a los despreocupados, una valla a los tímidos, un aliciente para los más y una prohibición para los menos." Estuvo entre los libros prohibidos del siglo XIX por tratar temas contrarios a la buena moral y la sana conservación de las costumbres. Es uno más de los ejemplos de la rica producción de obras eróticas-burlescas que producirían los grandes escritores españoles: El Jardín de Venus, de Félix Ma. Samaniego; El Arte de las Putas, de Nicolás Fernández de Moratín; Los Borbones en Pelota de Gustavo Adolfo Bécquer; La Oda a la Mujer de Espronceda: por citar algunos nombres. Aunque las obras de Quevedo habían circulado en antologías, florilegios y ediciones sueltas, sería este uno de los mejores intentos por conjuntar en un sólo volumen, algunos textos, (muchos por primera vez publicados), de las obras más subidas de este gran escritor. En los años 40´s del Siglo XX la editorial Sopena editó un par de volúmenes titulados Escritos Burlescos y Poemas Burlescos. Más recientemente la editorial española Edimat publicó el volumen Obras Jocosas. Quevedo es el escritor más irreverente, mordaz, crítico y polifacético del siglo de oro español. La literatura erótica sería incompleta sin tan singulares obras.


"No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado, los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo, pues mirado bien es el más perfecto y colocado dél, y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o Zodiaco como ella. Su sitio es en medio como el sol; su tacto es blando, tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos, por esto debe ser alabado, pues se parece a los cíclopes que tenían un solo ojo y descendían de los dioses. El no ver es falta del amor poderoso, fuera de que el ojo del culo por su mucha gravedad y autoridad no consiente niña, y bien mirado, es más de ver que los ojos de la cara, que aunque no es tan claro, tiene más hechura."

La Educación de Laura o La Cortina Levantada, Marqués de Sentilly


La Educación de Laura o La Cortina Levantada, Imprenta del Olimpo, Londres, 1897, Biblioteca de Cvriosos y Exqvisitos.


La Educación de Laura o La Cortina Levantada, que se atribuyó en un inicio al Conde de Mirabeau y posteriormente al Marqués de Sentilly, pertenece al ciclo de obras que Jean-Jacques Rousseau denominó "esos libros que se leen con una sola mano". Escrita y publicada en la segunda mitad del siglo XVIII en Francia es contemporánea de grandes escritos libertinos: El portero de los Cartujos, Teresa filósofa, Justine, La Anti-Justine, etc. Todas grandes novelas que formaron parte de lo que sería el siglo de oro de la literatura erótica francesa, y quizá de toda la Europa del XVIII. En ella se narran las peripecias amorosas de Laura desde la infancia y la posterior seducción por parte de su padre, el cual entre arrepentimientos y arrebatos de pasión recurre a todos los métodos posibles para hacer continuos los encuentros amorosos. Como el título lo define se trata de un proceso pedagógico, Laura debe aprender de teoría y ejecución todas las variantes del encuentro carnal. Libro que con fina ironía el autor redacta con la pretensión de que sirva como un manual educativo para las jovencitas, colegialas y enclaustradas en conventos e internados. En la década de los 70´s del Siglo XX la editorial Bruguera publicó una versión cortada de esta obra, atribuyéndola al Conde de Mirabeau. La edición de la imagen es una traducción anónima que se incluye en la colección Biblioteca de Cvriosos y Exqvisitos, el pie de imprenta dice Londres, Imprenta del Olimpo, 1897. Posiblemente se trate de una edición facsimilar pero con la obvia falsedad de datos. Una rareza es que esta edición incluye en las últimas páginas los 16 sonetos de Pietro Aretino conocidos como Sonetos de los XVI Modos o Sonetos de la Lujuria, con una traducción muy libre al español pero sin dar crédito alguno al autor, traductor o fuente de consulta. La Educación de Laura es una obra muy representativa del erotismo del siglo XVIII.

"Estábamos en medio de las caricias del despertar, cuando mi padre fue a abrir a la mujer que había hecho venir la víspera. Cuál fue mi sorpresa y mi pesar cuando ésta me puso un calzoncillo de cordobán forrado de terciopelo, que cogiéndome de las caderas descendía hasta la mitad de los muslos."

jueves, 13 de marzo de 2008

Marqués de Sade, Cartas


Cartas de Sade, Rodolfo Alonso Editor, Buenos Aires, Argentina. 1969


El más célebre y criticado de los pornógrafos franceses tendría que esperar cerca de 150 años, después de su muerte para ver recopiladas en un volumen una porción mínima de su vasto epistolario. El conde Xavier, en 1949, proporcionó un afortunado legado de papeles del Marqués al investigador y crítico Gilbert Lely, quien llevara a la imprenta la correspondencia. 20 años después el poeta y editor argentino Rodolfo Alonso se encargaría de la noble y necesaria tarea de traducir, editar y hacer circular diferentes obras poco o nada conocidas hasta entonces en lengua castellana. Entre ellas se encuentra el tomo de las cartas que incluye epístolas del año 1763 hasta el año de 1794, donde podemos encontrar el fundamento de la ideología estética de la literatura sadeana, así como las fobias, necedades, angustias, esperanzas y desesperanzas de quien se reconoce condenado y se sabe irremediablemente atado a un destino hostil. Quizá de todas las obras del Marqués sea esta, que no fue planeada para la imprenta, la que nos envía un mensaje más nítido e inmensamente humano. La edición en mis manos es traducción de Amanda Forns y contiene 33 cartas. En la década de los 70´s del siglo XX la editorial anagrama público un volumen titulado Correspondencia, sin embargo nunca ha caído en mis manos. Lectura recomendable antes de leer las novelas morales y eróticas de este autor.

"Sabeis que el ejercicio me es más necesario, que el mismo alimento, y que estoy sin embargo en una celda que es la mitad de la que tenía antes, donde no puedo ni darme vuelta. ¡Salgo muy rara vez, por algunos minutos, a un estrecho patio donde sólo se respiran olores a soldados y a cocina y se me vigila, fusil en alto, tal como si hubiese pretendido destronar a Luis XVI! ¡Oh, cómo se hace despreciar las grandes cosas, cuando se concede tanta importancia a las pequeñas!"